Inicio Noticias “La soledad del entrenador”, por Marcos Emilio

“La soledad del entrenador”, por Marcos Emilio

8

Es un término bastante común utilizado en el mundo de los entrenadores. Se habla de que la profesión es bastante solitaria, que siempre fue así y que generalmente se da de esta manera. Y no sólo se detiene ahí, muchas veces se dice que no hay indicios de que se pueda modificar esa realidad.

Es algo que los entrenadores más experimentados le advierten a los más novatos, es inevitable.

Pensando sobre ello, muchas veces vemos esa soledad, la sentimos en nuestro trabajo y comprendemos de qué se habla cuando se menciona. Ahora bien, ¿Qué razones podemos adjudicarle a esta sensación de soledad?

La primera razón que podríamos exponer es que los jugadores son 12 (o más en muchos casos) y el entrenador es uno sólo o a lo sumo dos (en algunas ocaciones). Lo que nos pone en una situación de poco compañerismo o falta de pares para afrontar la tarea. Por lo que es difícil encontrar un oído o un hombro en el que apoyarse en un momento crítico. Con un asistente o dos en el cuerpo técnico esta idea se aliviana un poco, pero muchas veces el entrenador no puede o no encuentra ese apoyo en sus colegas. Los asistentes poseen muchísimas tareas y  también objetivos personales que hacen que hacer de “psicólogo” del entrenador principal sea algo que queda, a veces, resagado en la lista de tareas. También pueden no estar preparados o capacitados para esto. Y lamentablemente la posibilidad de contar con un psicólogo en el equipo muchas veces se hace difícil incluso en los equipos profesionales.

Por otro lado también podríamos atribuir la soledad del entrenador al hecho de que somos juzgados todo el tiempo (o eso pensamos). Esa sensación de que cada movimiento que hacemos es observado y criticado hace que se nos haga difícil abrirnos con jugadores o dirigentes, incluso con nuestro cuerpo técnico, por miedo a contribuir a ese juicio permanente. Por lo que tendemos a crear esa distancia que no permite un acercamiento personal. Decisiones equivocadas o controversiales, son las que nos atormenta pensar en haber tomado. O peor aún, una de las situaciones que más sufrimos los entrenadores, no tener respuesta a lo que esté ocurriendo. Si pasamos por eso, se nos disparan todas las alarmas, y el demostrar que no sabemos como proceder aliementaría enormemente (según lo que creemos) a un sinfín de juicios por parte de todos. Entonces antes de pensar en contribuir a esto, preferimos callar y el no comunicarse y aislarse lleva a alejarse, por ende a la sensación de soledad.

Relacionado con lo anterior, muchas veces se dice que somos“los primeros culpables” de los resultados, por lo que hace que nos sintamos muy vulnerables por la presión (externa o interna) que esto trae. Cuando esto pasa, es muy probable quenuestras energías estén puestas en solucionar lo que esté pasando y esto gobierna nuestros pensamientos a tal punto de ser lo único en nuestra mente. Claramente si nuestra cabeza “está en otro lado”, no nos queda mucho lugar para interactuar, para brindarle atención a otra cosa, para relacionarnos: nos aislamos con nuestros pensamientos. Volvemos al punto anterior, aislarse = soledad. Cuantas veces nos habrá pasado en volver a casa a comer con la familia o con tu pareja y todavía seguimos pensando en  que nos equivocamos en la defensa del Pick and Roll del mejor anotador del otro equipo, no sabemos de que se habla en la mesa y muchas veces nuestro entorno no está preparado o no tiene las herramientas necesarias para tolerar esto o para empatizar con lo que nos sucede, y seamos sinceros, nosotros nos dejamos gobernar por lo que puede haber sucedido en el juego y se nos hace difícil ponerle un freno.

Estas razones (y otras más) son las que nos hacen hablar de esa “soledad del entrenador”. Ahora bien, creo que esta cuestión se ha alimentado de todas las experiencias, vivencias y los ejemplos que podemos dar de dichas razones para comprobar su existencia y hacerla algo cotidiano, inevitable. El concepto se ha naturalizado, a tal punto de pensar que la realidad es esa, que es lo “normal” que sintamos estas cosas cuando nos desempeñamos en esta profesión, que “esto es así, porque siempre fue así”, y peor aún, no pareciera haber manera de modificarlo.

Y eso me despierta la siguiente reflexión y la comparto con ustedes: si bien es cierto que varias cuestiones están presentes constantemente en nuestra práctica, también hay algo que debemos tener presente, a pesar de que podemos intervenir para tratar de modificar nuestra realidad desde todo punto de vista, también, sobre lo que tenemos absoluto control es cómo nos sentimos y qué actitud vamos a tomar frente a los problemas antes descritpos (y todos los que tengamos, claro).

El primer paso que, en mi opinión, es fundamental poder separar todo este entramado de cuestiones problemáticas. En inicio, debemos trabajar sobre nuestra “apertura” con nuestros colaboradores y jugadores. Todo debería nacer desde ésta simple idea: dos o más cabezas piensan mejor que una. Si hay un problema por resolver, ¿por qué sólo el entrenador debe ser el encargado de resolverlo? ¿Cómo nos hace sentir eso? ¿De alguna manera contribuímos a que sea así? Si el cuerpo técnico de un equipo está constituido solo por un entrenador y un preparador físico, ¿por qué no consultarse en cuestiones que ambos puedan potenciarse? Claro que no le vamos a pedir al preparador físico que nos de la solución al triple cambio que el otro equipo nos está planteando a nuestra ofensiva, pero podemos consultarlo en cuestiones grupales, individuales, emocionales, etc. O incluso si nos encontramos solos podemos consultar a alguien de confianza que nos pueda dar una visión distinta a nuestro problema. Que busquemos ayuda no quiere decir que seamos peores, poco eficientes, débiles u otra cosa.

La misma idea podemos pensarla con nuestros jugadores, abrirnos con ellos en nuestras reflexiones y decisiones podrá ayudarnos a generar vínculos más fuertes con ellos. Es cierto que debemos ser capaces de poner una línea que divida el vínculo con los jugadores y nuestros roles, suele suceder que si generamos confianza con alguién, este piense que no vamos a tomar una decisión que tal vez vaya en contra de sus intereses. Si esto se aclara desde el comienzo, y utilizamos esa confianza para hablar abiertamente de por qué se toma la decisión que se toma y ambos tienen bien en claro esto, la relación puede ser buena y productiva. Existe un gran prejuicio entre los entrenadores y es muy común escucharlo “no hay que ser amigo de los jugadores”; el problema con él es que al pensar así, existen muchas chances de que nos volquemos al otro extremo y pensemos que no debemos tener relación alguna. Pensar en tratar de conseguir objetivos junto con alguien que no tengo absoluta relación es algo muy difícil. Por eso, personalmente creo, que sí debemos tener un vínculo con los dirigidos, y mientras más fuerte mejor, (siempre teniendo en claro la posición que ocupa cada uno y siendo abiertos en los malentendidos que podrían generarse) esto creará un mejor clima, hará fluír la comunicación y nos hará mas fuertes en épocas difíciles.

Continuando con lo mencionado más arriba, otra cuestión a separar: ser juzgado en nuestro trabajo no determina qué tan buenos seamos, y si alguien no está de acuerdo con nuestras decisiones debemos aceptarlo, pero no sentirnos atacados por ello, el único que conoce la situación realmente y qué proceso deductivo tuvo lugar para actuar o decidir como se hizo somos los involucrados en ella. Por lo que el juicio es hecho desde otra óptica distinta a la nuestra, no mejor ni peor, diferente. Debemos ser lo suficientemente claros con esto, si el otro pone en duda nuestras capacidades por un error que podamos tener, ese otro no está comprendiendo la situación enteramente. Y algo fundamental que debemos tener siempre presente: un juicio o crítica hacia mi labor, no es un juicio o crítica hacia mi persona. No tomemos de forma personal lo que se diga de nuestro desempeño, eso minimizará el daño y nos hará más receptivos a la opinión, la cual podremos utilizar para mejorar.

También, debemos aprender que mostrar que no tenemos respuesta a algo que esté sucediendo, no debería alimentar a ningún juicio. Al declarar que “no sabemos” estamos abriendo la puerta a aprender, y mejor aún, si lo declaramos junto con alguien estamos abriéndonos, pidiendo ayuda y generando un vínculo y un aprendizaje nuevo y en conjunto, algo extremadamente valioso.

Es una tarea difícil, pero debemos derribar ese pensamiento sobre ser juzgado, y obviamente no juzgar a los demás en sus acciones. Sería descabellado pensar que el otro va a pensar igual que nosotros o que está decidiendo mal sobre algo porque nosotros pensamos lo contrario, como dije en algunos post anteriores, no hay dos personas iguales por ende no habrá dos decisiones iguales, ni experiencias iguales.

Al continuar separando cuestiones, arriba mencionaba la idea de que “somos los primeros culpables”, totalmente impuesta por nosotros y por los demás, nos hace muy vulnerables. Si el equipo “X” pierde un partido, tiene una mala racha o mala temporada, ¿por qué se debería culpar al entrenador solamente? ¿O por qué a él primero? Si se trata de un EQUIPO, todos los involucrados tienen responsabilidad en el resultado, así como también lo tendrán cuando las cosas van bien. Y lejos de esquivar la incidencia de cada uno en el proceso, es un abordaje mucho más sano el de repartir la responsabilidad y saber hasta dónde llega la nuestra, que pensar que todo depende de nosotros. Al aplicar esto también dejamos de lado la pequeña costumbre que tenemos de sentir que cuando nos va bien es gracias a nosotros, seamos equilibrados, seguramente hemos contribuido al buen momento, pero no seamos tan vanidosos de pensar que es todo por nuestra labor.

Finalmente, terminando de desmarañar todas estas cuestiones, debemos ser capaces de que el trabajo no ocupe nuestras 24 horas. Sí, somos gente increiblemente apasionada y enamorada de lo que hace, y eso está bien; pero debemos utilizar estos sentimientos para disfrutar de nuetra tarea, no para sufrirla. Es complicado e implica práctica, sin embargo el juego o el entrenamiento debe terminar en el club y si necesita un análisis posterior, busquemos un momento o lugar que le podamos dedicar un tiempo a su reflexión. Pero este tiempo no es cuando volvemos a casa con nuestras familias, pareja, o nos vamos con los amigos. Saber marcar hasta qué momento nos va a acompañar el juego, es un gran paso para no aislarse y poder disfrutar más de lo que está fuera de nuestro trabajo. E incluso, el alejarse del tema un tiempo, nos va a permitir volver a él con otra paciencia, con otra energía y esto nos va a inspirar a solucionar el problema.

Luego de todo esto, podríamos volver a preguntar: ¿Existe la soledad del entrenador? ¿Contribuimos de alguna manera a qué ella exista? ¿De alguna manera nos ayuda que exista para cubrir otras cuestiones? ¿Podemos abrirnos, dejar nuestros prejuicios y desterrarla? ¿Qué posibilidades nos abriría eso?

¡Me encantaría leer sus comentarios al respecto!

Marcos Emilio (@CoachMeBasket)

ARTÍCULOS SIMILARES