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Adelanto del artículo de Antonio de Torres que aparecerá en el 21º Número de Entrenandobasket

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ELUCUBRACIONES DESDE ÁFRICA SOBRE DETECTAR EL TALENTO (SI ES QUE EXISTE)

Podemos hablar de esto durante meses sin parar. Es un tema inabarcable con múltiples facetas y variantes. Pero me voy a permitir un repaso general, rápido y superficial, aventurando conclusiones, a modo de acercamiento inicial.

No. No está muy claro si en realidad hay un fondo innato que predispone para alcanzar un rendimiento deportivo excepcional.

Hay infinitos estudios y expertos que aseguran que prácticamente todo es adquirido, aprendible, entrenable. Que el entorno es lo verdaderamente definitivo, por encima de las cualidades naturales (las no adquiridas después de nacer, si es que las hubiera).

Sin embargo, yo no puedo renunciar a lo que he visto durante más de 40 años. No tengo datos constatables por procedimientos científicos incontestables. No. Tengo solo eso que llaman saber implícito del entrenador, o intuición o… lo que sea, pero que viene de una abrumadora cantidad de datos objetivos constatados por la realidad de los hechos. Las causas de todo lo que he visto serán todo lo discutibles que ustedes quieran, pero la simple estadística es en sí misma es ya un dato relevante e incuestionable: algo pasa. El qué, por qué, cómo, cuándo… ni idea. Pero…

Usted viene de visita a África un día, pasea por una calle cualquiera y observa de lejos a los cientos (literalmente) de niños que invaden todo, esté donde esté. No son jugadores de ningún club (apenas hay), no tienen ningún entrenador de nada (aquí, en realidad prácticamente no existen), no están en ninguna instalación que sirva para ningún deporte (no hay en casi en ningún sitio), no están actuando para usted ni fingiendo nada, están infra-alimentados, no visten ningún equipamiento deportivo adecuado para ningún deporte conocido, de hecho, apenas llevan algo puesto y ni siquiera calzado en la mayoría de los casos; pero… los ves correr, saltar, regatear, fintar, cambiar de ritmo, esprintar o, simplemente trotar, equilibradamente, armónicamente, eficientemente, con una zancada amplia, potente y perfectamente coordinada con el movimiento de sus brazos, con el tronco relajado… y siempre en equilibrio y alerta.

Ya quisieran los entrenadores de “blanquitos” europeos de atletismo tener algo así el primer día de entrenamiento de uno nuevo, ¿verdad?

Ya, ya. El entorno los hace así. La escasa alimentación, escasa (más todavía) en grasas y proteínas y cargada de hidratos. La vida en la “calle” (por poner nombre a todo lo que no es dentro de algún tipo de vivienda) en un clima abrasador, sobre una infinita duna de arena o una vegetación natural sin ningún control humano. El enfrentarse desde antes de nacer a todo tipo de riesgos potenciales de todo tipo de infecciones e infestaciones variadas de todo tipo de patógenos, y sobrevivir a todos… Sobrevivir, esa es la palabra, luchar cada día por sobrevivir. Cada día, no como expresión de una tendencia, sino como descripción literal de la motivación de la actividad diaria de cada persona cada día: sobrevivir hoy.

Vale. Aceptado. Nuestra “civilización” ha destrozado nuestras capacidades motoras, nuestra capacidad para mantener un ritmo y un equilibrio natural, nuestra inteligencia cinética.

Pero tengo una pregunta que no acabo de encajar en esa tesis: ¿y qué justifica que los individuos de su misma raza nacidos en Europa o América mantengan en la mayoría de los casos esas mismas condiciones atléticas, incluso después de varias generaciones de mestizaje? ¡Y después de más de dos siglos! sometidos a nuestra civilización aniquiladora.

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